Vivir sin sentir sería un sinsentido.

Vivir sin sentir sería un sinsentido.
The flower that blooms last is the most rare and beautiful of all.

Sunday 21 December 2014

Metempsychosis.

He was waiting by my door,
Gear so rich, yet eyes so poor, 
Husky voice of saccharose, 
Sheath of hawkish waves of snows. 
And I asked him for his name,
Thus he blushed to me in shame,
Thence I told him what was mine,
And his eyeballs seemed to shine.
He evinced having a secret,
Coming from a distant land,
When I inquired for the country,
He just wept and held my hand.
«My mephitic pith is sinful, 
Perished, purulent, like me,
Though I wish you could remember,
My nomen — Mephisto Lee».

And Mephisto left my side,
Swiftly, briskly, like a ghost,
And I somehow felt a shiver,
As if endowed with a host.

And it was down at the graveyard,
When a small tomb made me stop,
For it had three letters carved on it,
And «Mephisto Lee» on top. 

Addah Monoceros.

Sunday 30 November 2014

Ethos Antropos Daimon.

I always pictured months as shapeless living beings. Nebulous, inchoate, almost embryonic phantoms, each with their own, genuine identity. They fend our saneness with amaranthine walls, and lock us in a one-way intricacy where we are told to paint our happenstance - still all I can do is smudge and blemish what is now a stifled speck in life's everlasting holler.  Its voice is prodigious, though its breath sounds noxious. My blissful unawareness of my eventual fate hatches my dreams into blatant nebulas, ghostly entities who cradle me in their umbrage and trick me into feeling infinite. 

I always pictured months as ethereal, dainty deities. They own us, yet we conceal such truth and believe otherwise. How foolish of us! Us, the human race, veneering our evidential flair with obloquious forgery. Fiction, fiction, fiction. We bow to it and master its preposterous outcome. We impersonate gods and bluff ourselves into idyllic liars. 

And meanwhile, deep inside our deepest dreams, time laughs. And it drinks up the remains of life's noxious and prodigious breath as we, safely cradled in its nebula, are tricked into feeling infinite.

Addah Monoceros. 

Monday 17 November 2014

Ápeiron.

Deambulaba a la deriva en los confines del satírico dédalo que ella misma había gestado. El redil de pensamientos que conformaban sus muros la aprisionaba en un sañudo emporio de luces y sombras aunadas en tormentoso vacío. Vacío del que ella, ilusa, se había valido para forjar una utopía hogaño despeñada en una estepa de cenizas, ¡tan revoltosas ellas! ¡Tan hermosas! Vanagloriándose de la ardiente indumentaria que vorazmente las devoró en su día, la contemplaban, traviesas, y ella aminoraba el paso, pues el vacío la henchía de obsoletas remembranzas. Si tan sólo pudiera degustar su esperanza, edulcorarla de promesas y saciar su contrición infantil, su afligida puerilidad. Si tan sólo gozase de la audacia pertinente como para dinamitar la prisión en la que tan yerta se sentía. ¿Quién fue él? ¿Qué nimiedad la impulsó a encerrarse en sí misma y fingirse libre? ¿Qué clase de sortilegio la embelesó vilmente, usurpando su sistólico dogma? 

Mas nunca es tarde, preciosa. El tiempo no es más que un ilusorio disfraz, tan espléndido y a la vez tan fugaz, que pocos se detienen a ahormar su vulnerable fragilidad. Rompe con todo, pequeña. Brota, cual fénix, del rescoldo de tu ventura. Arde, lucha, siente. Húrtale a la vida su efímero hálito, y despliega los pétalos de tu propia combustión. Traza el camino que tu hipnótico laberinto decreta. Pues la mente, querida, es un pandemónium, un aprisco de entropía; y la entropía, niña mía, es libertad. 

Addah Monoceros. 

Friday 7 November 2014

Reclusa del Tártaro.

Me hablan de la voz del tiempo; pues el tiempo tiene voz propia, un rauco tañido que enmascara de complacencia el acerbo néctar vital, ese del que todos bebemos con cicatería, con la sórdida avaricia de un niño malcriado. Engullimos la savia de nuestra propia clepsidra, como si ésta entrañase la más perenne de las infinidades. Nos aproximamos tímidamente, dando nuestros primeros sorbos con la singularidad que otorga la curiosidad infantil, mas su trance prontamente se apodera de nosotros y nos recluye, seductor, en su entramado de tentáculos. 

La clepsidra no espera; su mansedumbre es la pantomima de la que se nutre. Nos extirpa la conciencia, nos moldea y nos transmuta. Dictamina nuestro sino con la prosa de sus hados, y nosotros sucumbimos, fatuos y presuntuosos, creyéndonos versados en un talud de vacuidad. Dicen que sus cantos envilecen el silencio, ese límpido piélago en el que buceamos hasta ahogarnos. Su percusión armónica simple enturbia nuestro elixir, pues es nuestro, oh receptáculo, oh cronógrafo dorado. Eclipsado queda el fondo del vaso, mas la sed no sacia y el anhelo se niega a sosegarse. Un trago, y otro, y otro más. Oh, licor entre los licores, oh, clepsidra mía, tú que me sustentas de luz y me ofrendas con el eco de tu prosa. Y es entonces cuando el arpegio se marchita, el deleite se evapora, y la frugalidad me golpea con el mármol de tu escarnio. Y yo me asfixio en mis sollozos, reclusa en el Tártaro precario al que yo misma me sentencio. 

Me hablan de la voz del tiempo; pues el tiempo tiene voz propia, un burdo deje que nos hechiza y nos cautiva, que nos embauca y nos hace beber de él; hasta que nada queda, hasta que nada deja. 

Hasta que nada somos. 

Addah Monoceros.

Sunday 2 November 2014

Kintsukuroi.

Escribo. 

No como escritora, no como erudita, no como ilustrada docta. No como alarde de sapiente fatuidad, ni como vanagloriosa ostentación. Ni siquiera como la remilgada y asustada niña que conforma mi ser, aquella cuyos grandes ojos me devuelven la mirada cada vez que me cruzo con ella al otro lado del espejo. 

Escribo. 

Escribo con condescendiente dulzura, edulcorando cada sílaba y hechizando a las alevosía del tiempo con un edén de almibarada prosa. Escribo con rabia, con la hostilidad de un invierno sin fin, con la crudeza de la tormenta que, divertida, arrecia la intensidad del álgido vals con el que el frío la atrae hacia sí. Escribo con pesar, salpicando mi poesía con hiel en lugar de tinta, emborronando las vocales que mi garganta finge reclusas y de las cuales se vale para anudar mi corazón en un mortífero lazo. 

Escribo por ti. Escribo para ti. Para vosotros. Para mí misma. Escribo para disfrazarme, para burlar a la niña quien, junto al espejo, emula mis movimientos y se pierde en la noche voraz del redil de sus ojos. Niña que, coqueta, se atavía de versos y los declara suyos, porque son míos. Escribo para escribir. Escribo para vivir. Escribo porque existo, pero también para existir. Escribo para perderme, y de ese modo encontrarme. Escribo para no volver jamás, pese a arraigarme, sedentaria, en páramos infinitos, esotéricos, incólumes, contusos. 

Escribo. 

Addah Monoceros.

Wednesday 29 October 2014

µ.

I peek into the windows to his soul, and his mirthful anima exquisitely twirls and prances to the beating core our alliance bonds to. I sharply draw my breath, and his piquancy overcomes me as I crave for more. And he watches me in awe. And he rips away my gasps. And I fly away from him. 
Thus escaping my own life.

Addah Monoceros.

Monday 27 October 2014

Eco de Némesis.

Pretencioso, ¿dónde vas tú? ¿Dónde te llevan tus pasos, esos pasos colmados de aristocrática altivez que, vivaces, medran tu generoso alarde de petulancia? Te perfuman de donairoso atractivo, de arrobadora belleza, y yo me deshago en sus delicias con el indómito júbilo de una flor que despliega sus incipientes pétalos. Quizás tus huellas me conduzcan a un aprisco de emociones, de prometedores vestigios reflejados en el límpido espejo añil de tu mirada. Tu magnificencia, tu suntuoso porte, tu fibrosa esencia. Oh, pretencioso adonis, concédeme tu gracia y permíteme saciarme del néctar que tan dócilmente ornamenta tu aterciopelada piel. Oh, primoroso serafín, dedícame el más ínfimo de tus suspiros y me proporcionarás aliento de por vida. ¿Dónde vas tú? ¿Dónde te llevan tus pasos? Pretencioso, pretencioso mío. Déjame ensalzarte. Déjame emularte. Déjame aventajarte. Déjame destruirte. 

Addah Monoceros.

Friday 24 October 2014

Heir of the Algea.

Nacreous and almost ghoulish, it tracks my woe down the sunless drizzle I am captive in. It zealously searches for remaining crystal ounces my broken heart once smattered into, and my endeavour for freedom thrusts inside me like a raging beast. I wail, I screech, I plead. I surrender and yet brawl, savagely enduring its flair whilst drinking up my own decaying chassis. My odium bursts, and avid stains of scarlet vindictiveness plunder my soul as it feasts upon our remorseful venom, a venom so nectarous, so heavenly exquisite, my fire appeases in tranquility, sailing away on the mildest of blankets - 

Serene. Breezeless. Heartless. Lifeless. 

Addah Monoceros.

NOTE FROM THE AUTHOR: Major depression comprises an extremely dangerous mental health condition which can result in overwhelming effects as far as people's lives are concerned. Once more, physician as I am, it is my commission and my moral engagement to speak up in favour of these patient's rights. Hopefully, science will keep towering over ignorance, and new treatments will be brought about. But our fight against any health issue whatsoever should not only concern scientists, but the entire population on its whole. Let us be fair. Let us be altruists. Every day, every week and every year of our lives, someone will need us. Make your existence worthwhile - help others.


Friday 17 October 2014

Inanimadas ánimas.

Os perdono.

Sí, os perdono, ánimas desdeñadas, remanentes putrefactos de luces marchitas. Perdono vuestro odio, vuestra despiadada inquina, vuestras pueriles y párvulas ínfulas. Perdono las infinitas tardes de salobreñas perlas, esas que, traviesas, perfilaban riachuelos de sangre sobre la piel de mi rostro. Perdono todo dermografismo que en vuestro encarnizado pináculo tatuasteis en los confines de mi cuerpo, execrado por el más indulgente de los espejos. Perdono las burlas, el porte cabizbajo, los pusilánimes secuaces y las injurias que me ataviaban barbáricamente, camuflando mi esencia de un muro tan lóbrego, tan miserable, que ni yo misma osaba franquear su infame umbral. Mi hambre de tregua era tal, que bebí de mi propia savia. Arranqué vuestro aliento de tinieblas a la fuerza, despojando al pasado de cualquier diáfano negativo capaz de infestar la fotografía de mi recuerdo. Lo perdono todo, ánimas malditas. Lo perdono. Os perdono.

Pero no os olvido. 


Addah Monoceros. 

Wednesday 8 October 2014

Devoutly to be wish'd.

Today I feeleth at peace in midsts of war,
I don't knoweth wherefore, haply I oweth,
To heavens and the flote mine inner light,
Which shines so silent in mine owneth uproar.

Pity the dead! they said, and I believ'd,
Not anymore, I pray, they art asleep,
They seeth nay moo, for dreams art deep and blindeth,
A treasure held by he who ever liv'd.

And glee nev'r had been so sweet a fruit,
And thus I feeleth so calm and yet afraid,
So tempting and so red inside of me,
My debt to death will anon be repaid. 

It takes me to the heavens, into light,
It shines so silent in mine owneth uproar,
I oweth nay more, O destiny of mine,
At peace at last in midsts of reckless war. 

Addah Monoceros.

Sunday 5 October 2014

Pueri pueri, pueri puerilia tractant.

Here's to childhood - that ephemeral, almost holy miracle, a fated well in life's untilled wilderness. A moment so wizardly, magically burdened with infinite briefness. A genuine prodigy we often learn to love when it is far too late, and time has ruthlessly shattered the remains of our cooing field of innocence into mere regretful crumbles. And still my adult self strives to keep one single bit, minuscule as it may be. For I have always enshrined my inner child, as she profusely nurtured me with the roots I owe so much to. And life is too ravishing a wonder, and I am not leaving little Addah behind to miss out any of the beauties future beholds.   

Addah Monoceros.

Saturday 4 October 2014

San(ct)ity.

Long ago, at a time when my senses thought themselves to be cryptic, and words comprised mere ripples on blank oceanic vastness, a lullaby concealed my soul. A lullaby so full, and yet so empty. A crooning anthem which freckled me with dauntless expectations and shielded my fluttering sinless core. 

It hummed - 
"Seek to be different,
Worship the strange,
Nourish foundations,
For positive change."

What it meant, I never knew for certain. But, in a sphinxlike manner, it goaded me with that one silvery raindrop of radiance I still yearn for when paths turn scabrous, when strolling becomes too arduous, and the golden halation of dreams elatedly pulls out of reach. 

Fairies, they claim, are nothing but imaginary beings. Apocryphal, almost quixotic, irrelevant creatures. 





Hence the reason I believe in them. 

Addah Monoceros.

Wednesday 1 October 2014

Einer meiner Lieblingszitate aus einer meiner Lieblings-Kindheit Bücher.

ANMERKUNG: Heute schreibe ich mein eigener Text nicht. Heute werde ich einer der besten Autoren die ich kenne zitieren. Deshalb, werde ich ihnen was ich denke zeigen. Ich meine, dass die kleinsten Dinge oft die wichtigsten sind. Und Zuhören umfasst ein magisches Ding wenige Menschen heutzutage wirklich verstehen. Denn wer sagt, Deutsch hässlich ist, hat definitiv nie Herr Ende gelesen.  

Addah Monoceros. 

"Was die kleine Momo konnte wie kein anderer, das war das Zuhören. 
Das ist doch nichts Besonderes, wird nun vielleicht mancher Leser sagen, zuhören kann doch jeder. 
Aber das ist ein Irrtum. Wirklich zuhören können nur recht wenige Menschen. Und so wie Momo sich aufs Zuhören verstand, war es ganz und gar einmalig. 
Momo konnte so zuhören, dass dummen Leuten plötzlich sehr gescheite Gedanken kamen. Nicht etwa, weil sie etwas sagte oder fragte, was den anderen auf solche Gedanken brachte – nein, sie saß nur da und hörte einfach zu, mit aller Aufmerksamkeit und aller Anteilnahme. Dabei schaute sie den anderen mit ihren großen, dunklen Augen an, und der Betreffende fühlte, wie in ihm plötzlich Gedanken auftauchten, von denen er nie geahnt hatte, dass sie in ihm steckten. 
Sie konnte so zuhören, dass ratlose, unentschlossene Leute auf einmal ganz genau wussten, was sie wollten. 
Oder dass Schüchterne sich plötzlich frei und mutig fühlten. 
Oder dass Unglückliche und Bedrückte zuversichtlich und froh wurden. 
Und wenn jemand meinte, sein Leben sei ganz verfehlt und bedeutungslos und er selbst nur irgendeiner unter Millionen, einer, auf denen es überhaupt nicht ankommt, und er ebenso schnell ersetzt werden kann wie ein kaputter Topf – und er ging hin und erzählte das alles der kleinen Momo, dann wurde ihm, noch während er redete, auf geheimnisvolle Weise klar, dass er sich gründlich irrte, dass es ihn, genauso wie er war, unter allen Menschen nur ein einziges Mal gab und dass er deshalb auf seine besondere Weise für die Welt wichtig war. 
So konnte Momo zuhören!" 
Michael Ende ("Momo").

Sunday 21 September 2014

Agnosia, aphasia, apraxia.

Across the lawn lives a little girl with twinkling, mahogany eyes and charcoal hair. She gathers pansies from her back garden, and brings them over to me, her pearly hands trembling, cheeks blooming in rosy reticence. She does this every other day, and there are times when a vague sense of familiarity bewilders me, like the erupting lava which dribbles mercilessly from Earth's luscious lips. And such devilish pandemonium cradles me like a child, and I succinctly nix the cotton on my head and the traces time drew on my face, edging it with crumpling wisdom. 

For I have never met this girl, I have never known this girl. This girl, a blotchy speck on my creamy sheet of blankness, a splash of swarthy ink I idly long to hold, but leaks mercilessly between my tortuous fingers.

This girl with eyes of mahogany and charcoal hair. This girl who tentatively nourishes my sentiments with staring viola faces. This girl I have never met. This girl I have never known.

This girl I have always loved. 

Addah Monoceros.

NOTE FROM THE AUTHOR: This text comprises a metaphor involving a grandmother and her loving granddaughter who regularly visits her in order to trigger her fated, perishing memory. As a physician, I published it today in order to raise awareness as far as medical investigation is concerned, for Alzheimer's disease is not to be taken lightly. My sincere gratitude to all my readers for spreading the word. I genuinely hope science never ceases to upsurge, boosting new treatments and hence promoting global health and welfare. 

Tuesday 16 September 2014

Carta de un toro a un taurino.

Tú, taurino; tú, que dices amar la tradición más que a nada en el mundo, que defiendes tu cultura por encima de todo, que te enorgulleces de las idiosincrasias de tu país de origen. Tú que haces alarde de satírica desfachatez y dices llamarte "humano". 

Tú, taurino; tú, que te regodeas con mi estoico calvario, tú que te apropias de una injuriosa moral, y disfrazas su encarnizada esencia con injustificables excusas. 

¿Qué te he hecho yo? ¿Qué te he hecho yo, para que desfigures mis sollozos, para que mutiles mi talle, para que degrades mi ser? ¿Qué te he hecho yo, para que te proclames mi superior, ataviando tu saña con una ficticia osadía de la que yo apenas puedo hacer acopio? Pues tu sadismo se agazapa tras un velo de adjetivos irrisorios, aquellos que hacen alarde de intrepidez, de valentía. Valentía, como si fuera yo la bestia, y no al revés. 

Tú, taurino; tú, que me privas de una vida apacible y mansa, para regocijarte vilmente a costa de tormentos ajenos. Tú, que haces que este sureño paraje europeo se sonroje con el tinte carmesí de la sangre que me usurpas. Tú, que silencias la etérea hermosura de tu tierra con el eco de mi último gañido.

Pero, ¿sabes, taurino? No rogaré clemencia. Esperar compasión por parte de un ser carente de piedad resulta un lance de incalculable envergadura. Mas mi corazón aún late, trémulo y heroico. Acompasa el augurio de un mundo que yo ya no moraré, pero que se adivina mejor, un mundo donde el bien del prójimo constituirá la mayor de las eminencias; un mundo donde el placer correrá a cargo de la dicha y de la generosidad, de la empatía y del respeto.

Te perdono, taurino. Perdonaré cada estocada, cada lanceo, cada vítore a expensas del sufrimiento en el que tú crees encontrar deleite. Y lo hago en nombre de una sociedad en la que tú, taurino, te despojarás de tu venda y comprenderás que, cual joven que presume de madurez pero teme envejecer, la vida es demasiado fugaz como para empobrecerla con una lanza en las manos. Y mis ojos, ciegos ya, aún divisan la nacarada promesa de dicha sociedad, más justa, e infinitamente más bella.

Una sociedad en la que, por fin, podrás llamarte "humano".

Addah Monoceros.

Sunday 14 September 2014

If only.

If only I could stop dreaming. Life would be so much easier - an effortless, soothing vagrancy. Some heavenly, almost holy maze I would willfully get tangled in, hoggishly inhaling its fragrant wheezes of reminiscence. 

If only I could stop remembering. A shortcoming ineptitude to recall the joy my sanity is heir to. Blissfully unaware of the beauties tomorrow beholds for me. The puerile inexperience, cherished in a womb of stargazing wishes. The impeccable innocence, the stainless purity. 

If only I could stop hoping. I could positively do without this infatuate yearning, this preposterous conviction that the future is, indeed, a living personage, a sapient seraph who consistently whispers in our minds, yielding us with ulterior thoughts I once believed taught me to rip out the evil vestiges of my feral self.

And yet, I treasure my dreams with a tenderness so powerful, it avidly engulfs my most rooted memoirs, my striving aspirations. I embrace every fault, every mistake, every lapse I once surrendered to. And I mold them into loving replicas of my utopian flair, and I doll them up with benevolence, saucing them with boundless sweetness.

If only I could hope for more. If only I could remember more. If only I could dream more. If only I could love more. 

Addah Monoceros.

Saturday 6 September 2014

Catathymia.

And in your unblemished infirmity I spot your flawless glitches. And I gaze in yearning awe, tricking myself into believing I can, indeed, drink you up through my eyes, tipple you down my ravenous throat and into my body, deeply inside, where horizons die, where your submerged fiber of alluring beauty lies within my grasping mania. And my lustful devotion strives for more, appeased by the hooking hideousness I inescapably succumb to. And I revel in its throbbing monstrosity, and it bruises me, stings me, snitches the blood out of me, drop by drop, tear by tear, heartbeat by heartbeat. And my emptiness vacuums the nagging remains of my soul, as I reach out for one more swig of the vice my mind is blind to. 

And I love it. And I endure it. And I desire it. 


Addah Monoceros. 

Sunday 31 August 2014

Trémulo.



Aún perdura en mi recuerdo la huella del recelo con el que te conocí. Mis titubeantes pasos de niña siempre me condujeron a la oquedad de tu abrazo, candente y prometedor, mas solemnemente temible. ¿Qué me apremió a encauzar la improvisada senda hacia tu meta? ¿Qué me vaticinó un indudable aperitivo de victoria? ¿Qué clase de nigromancia me envolvió entre sus tentáculos y me abasteció de ese auge infinito, de esa heroica intrepidez?  

Avancé trémula hacia ti, como una gota de lluvia plateada que oscila sobre una ciudad aletargada, pendiendo de unos esponjosos brazos de algodón. Trémula, sabedora de mi inminente y vertiginoso destino hacia desconocidas algarabías y plomizo cemento. Trémula, como el cohibido fulgor de una vela que, tozuda, se opone a extinguirse bajo el huracán. Trémulo mi turbado calvario y mi incipiente entereza. Trémulo espectro bajo un inquebrantable caparazón. 

Me encandilaste con la asilvestrada hermosura de un fuego fatuo disfrazado de ángel. Tú, pretencioso sueño, me prometiste un siglo y obtuve una dichosa eternidad. Tú, presagio cautivador, tan despiadado y tan bello, me embrujaste con pintoresco sigilo y teñiste mi monocromía de gamas imposibles. Tú, savia de luz, manjar de prodigios, insigne compañero. ¿Qué habría sido de mí sin tu enraizada fe, sin tus audaces conjeturas? 

Trémula me fundí en tu lumbre, y tú te fundiste conmigo. Trémulos erigimos algo tan colosalmente exquisito, que la más etérea de las palabras jamás le haría justicia. Trémula melancolía. Trémula incertidumbre. Trémula vehemencia. Trémula yo. Trémulo tú.
Trémulo mundo.


Addah Monoceros. 
                           

Tuesday 26 August 2014

Eterna.

¿Quién eres tú? Tú, con tu majestuoso porte, tú que me embaucas, que me seduces, hechizándome con cadenciosa suntuosidad. ¿Quién eres tú? Tú, que logras que reverencie cada centímetro de tu anatomía, en una impecable simbiosis de sentimientos y anhelo que aún creo desconocer. ¿Quién eres tú? Tú, ataviándome de cantos que, cual ingenua chiquilla, finjo míos y luzco con cándida coquetería. Tú que me enamoraste desde antes de lo que puedo recordar. 

Te pienso, te sueño, te escribo, y tú me hipnotizas con juguetona y creciente avidez. Me pierdo ineludiblemente en un entramado de arpegios cuya esencia, pícara, me persigue. Y yo aminoro el paso, pues aspiro a dejarme atrapar. 

¿Quién eres tú? ¿Cómo osaste irrumpir en el seno de mi vulgar y gris existencia, como el hálito del más dulce de los delirios? ¿Cómo pudiste anudar así mi corazón, ciñéndolo a las entrañas de tu cordura interna? Tú, amor mío, acorde entre los acordes, alma entre las almas, me despojaste de todo juicio humano, me timaste con deleitosa persuasión, y yo me dejé cautivar. 

Te toco, caricias cargadas de ardiente fervor. Las yemas de mis dedos recorren tus laberínticos andamios sobre los cuales construimos un fruto conjunto. Tus tañidos repican mansamente, y yo los coloreo en tu rostro con la resignada glotonería de quien se sabe libre en la cárcel de su pasión. 

¿Quién eres tú? Dulce prisión, déjame perderme en ti y perderme contigo. Deja que los latidos de mi fuero interno acompasen los tuyos. Déjame desmoronar todo puzzle de razón y arrojar los pedazos a las garras del olvido. Déjame explorarte. Déjame atesorarte. Déjame descubrirte. 

Addah Monoceros. 

Equipaje.

Equipaje.
Equipaje de vigilia, equipaje tostado de una luz nueva.

Equipaje. 
Equipaje de burda y voraz curiosidad por los recónditos mundos que albergan las gotas de lluvia. 

Equipaje.
Equipaje de genuinas idiosincrasias. 
Equipaje de palabras, de pensamientos, de pueril fisgoneo, de cristalino jolgorio. Equipaje de risas, de vivaracha inocencia, de promesas nacaradas, de espontáneos destellos, de años remotos.

Equipaje.
Equipaje edulcorado con primicias, con vertiginosos cambios, con efímera fugacidad. Equipaje de pétalos, de flores nacientes, de incipiente pericia en el arte de vivir. Equipaje de partida, y también de bienvenida. Equipaje de secretos, de enigmas a no discernir. 

Equipaje.
Equipaje de sosiego, de codiciada raigambre, de fuego pétreo. Equipaje de nostalgia, de sueños cumplidos, de anhelos olvidados que la duermevela vilmente invoca. Equipaje de surcos, de mechones albinos, de consumada quietud. Equipaje del vago recuerdo de un adiós casi olvidado, de genuinas idiosincrasias, de vivaracha inocencia, de promesas nacaradas.

Equipaje.
Mi equipaje. Equipaje que mi burda y voraz curiosidad guarda en los recónditos mundos que albergan las gotas de lluvia.

Equipaje.
Equipaje de la más precaria de las vidas, de latidos condenados por delitos no cometidos, de lágrimas de despedida, de una última bocanada de lo jamás terciado.

Equipaje custodiado por los tentáculos de un ilusorio y centenario instante.

Equipaje de recuerdos. Equipaje mundano y senil. Equipaje decrépito.

Equipaje de silencio.

 Addah Monoceros.

Monday 25 August 2014

Fate is a terminal disease.

She shifts around with angel-like gracefulness. Somewhere, deep in my soul, I can witness how her celestially silky wings flicker playfully on her back. Her eyes are profound and dark, like subways to Heaven's dusk. Her skin is pearly white and almost silvery. Her right hand reaches out for me as she strives to grasp my fingers, lips curling down in awe, raven hair outpouring down her shoulders. 

I scream, and so does her. Her howling ballade echoes my frantic anthem, as I vocalise aghast warnings she already discerns. My attempt to clasp her hand, pulling her to my safety, is purposeless. She limps, yet manages to stride forward, but I am already miles away from her. 

For a split second, her brittle body quivers and then cracks into a million droplets. I wail, and shriek her name, a name I will never articulate again. Flashes of light blast before my tearful eyes, and my last breath of life escapes me, sprinting joyfully towards the remains of her.  

My depleted body lies dead on the freshly mown grass, as the scarlet essence of my childhood splutters swiftly from my chest onto the soil. The Sun towers over me and makes my blood golden. And my core beats in mourning and liveliness, as my breath of life gently pours one silvery raindrop into my youthful epicenter, before leaving me forever. 

One silvery raindrop. 
The silvery raindrop. 


My silvery raindrop. 

Addah Monoceros. 

Sunday 24 August 2014

Incandescente.

Fuego. 
Luz que, imperiosamente y casi con mimo, subyuga los últimos resquicios de mi palpitante corazón, abandonando con parsimoniosa indiferencia el epicentro de mi ser.
Fuego. 
Implacable, gélido, el recuerdo impetuoso del entramado laberíntico de satén en el que consumábamos la incandescencia de la ciencia más antigua, perfora mi inerme alma. ¡Oh, desalmado hipocampo! Cuánto aprendí de ti, y cuándo aprendí contigo. ¡Cuánto te valiste de mi ingenuidad tú, veneno entre los venenos, dulce desazón! Embriagada, memorizando cada centímetro de tu sedosa exquisitez, con la ingenuidad de quien se sabe engañada y, pese a todo, cándidamente optimista. Aún saboreo tu apócrifa esencia, con sedienta avidez.
Fuego. 
Fuego lóbrego, oscuro, exangüe. Yerto mi corazón, aterido entre tus zarpas, zozobrando en un naufragio concebido por un océano de lágrimas almibaradas con el sabor de tus labios.
Fuego. 
Abatido desaliento. Exhalo mi último suspiro en forma de una vaga remembranza, tan exánime, que peca de incorpórea, como un espectro a la deriva. Ya nunca despuntará el día.


Addah Monoceros.

Ophelia.

El albor despuntaba con un toque de distinción casi aristocrático, vanagloriándose con el oro de los primeros rayos del sol. Aquel temprano fulgor matutino se fundió en un entramado de esencias tan particulares, que un tímido paso sobre la arena poseía el don de evocar los recuerdos más retraídos de mi memoria, aquellos que sólo germinan fortuitamente.

Avancé con ingenuo recelo, fingiéndome intrusa en aquel Edén marinero que me daba la bienvenida como si de una extraña me tratase. La arena nacarada parecía sonrojarse conforme mis pies me conducían a la azul alfombra almibarada, cual lecho cristalino. Las burbujeantes olas batallaban en forma de un suave vaivén, y una sutil brisa mesó mis cabellos, antaño oscuros, hoy blancos como la muerte.

¡Qué jocosa, la vida! La vida, aquella entidad tan precoz y a la vez tan efímera, como un fugaz viaje a las entrañas de un desconocido y lacerante recreo. La vida, encarnada en una mujer ataviada de reminiscencias, aquella a quienes todos miran pero pocos ven, aquella cuyos latidos, en armonioso compás, se precipitaban ya a su doble barra final.

Me dejé caer entre sus brazos de plata, y mi piel se fragmentó cual quebradiza figurilla de cristal. Reservé mi último suspiro para exhalar tu nombre, poesía entre las poesías, mi razón de ser. Mis ojos buscaron aquel punto en mi memoria donde todo cobra sentido, donde la luz es luz, y las sombras no son más que una vaga admonición de la caduca naturaleza del amor.

El albor despuntó aristocráticamente, vanagloriándose con el oro de los precoces rayos de un sol naciente. La arena nacarada adoptaba matices térreos conforme aumentaba su proximidad al mar. Y ahí, acunada entre sus batallantes olas, en medio de un suave vaivén, la princesa yacía, plácidamente exánime, en brazos del príncipe quien incumplió la promesa de regresar. El príncipe que atavió de reminiscencias a una mujer de cabellos antaño oscuros y hoy blancos como la muerte.

Una mujer cuyos latidos, en armonioso compás, habían llegado ya a su doble barra final.

Addah Monoceros.

Etéreo.

... se percató del origen de su estigma: la invisibilidad. Todo él constituía un ente invisible, intangible, mas perceptible para el resto de los sentidos cómo la esencia del más amargo de los recuerdos. Su palpitante existencia moldeaba la de sus allegados con la grácil delicadeza de quien se aferra a la rutina como una indómita fiera.
Pero ya no pudo más. El peso de los siglos y milenios sumergido en las tinieblas del olvido lo sofocaba hasta el punto de abandonarse al trance más eterno, al sueño infinito, al sino de los vivos.
No volvió a presenciar el amanecer.


Addah Monoceros. 

Power.

His knack of knowing was immeasurable. He was partially cognizant about his abysmal wit, but never ceased to accept it with exquisite modesty. There were times when I myself would be tricked into thinking he was thoroughly ordinary. But he was obstinate, and stubborn, and resourceful, and his power-loving nature eventually drove him into mediocrity. And hence why.

My little shop was nothing but a discrete store, cleverly smuggled in the adumbration of one of many bustling streets. Its tedious flair warned away those who shallowly overlooked what others could perceive as spellbinding. For this was no ordinary shop and he, of many, knew it well.

He knocked twice on my door, and walked in with further ado. We exchanged tentative glances, and a few trivial words. His voice was husky and melodious, rich in lure and charisma, and a rush of fierce anticipation overwhelmed me as I tried my very best to look fearless.

His bag was burdened with money as he left. And I treasured what he had delivered in return with relentless infatuation. It was mine now.

My presumptions were utterly correct, and he returned and hour before the third day succumbed to darkness. I gratified his faith on me, and urged him to cherish such loyalty, as I boosted his ego with flattering words poisoned with my own ambition. I too was developing a thirst for glory, a thirst so powerful, a thirst so colossal, it was less than a piece of cake for me to act persuasive.

By the end of the tenth day, my knack of knowing was immeasurable. I was partially cognizant about my abysmal wit, but knew how to accept it with exquisite modesty.

And he - he who sold it to me - had nothing... but money. Thus surrendering to the power-loving nature which, as I correctly discerned - drove him into mediocrity.

And I myself, wondered fervently what to do with the immense pool of global expertise that fool had handed me with childish innocence. If only I could sell a slight parcel of it to that gentle looking fellow in that shop across the street...
Addah Monoceros.