Vivir sin sentir sería un sinsentido.

Vivir sin sentir sería un sinsentido.
The flower that blooms last is the most rare and beautiful of all.

Tuesday 29 September 2015

Pío pío.

El primer destello habla, 
En forma de un Sol nacido
De las entrañas del tiempo
En cuya faz me he perdido.

Y entre mi pereza suenan,
Notas vestidas de anhelo,
Que extraviándose oxigenan,
Mi necrótico desvelo. 

Nos encontraremos tarde,
Cuando mis dedos caducos, 
Bostecen cadencias rotas,
Entre las que hoy me acurruco. 

Mas en mi fugaz vistazo,
Coincidimos impacientes,
Nos fundimos en un todo,
Yo te siento y tú me sientes. 

Son veloces los instantes, 
Que entre mis latidos gozan,
Acaparan nuestro tiempo,
Al compás de los que tocan. 

Y no besaré tus labios,
Pues de piel tú no estás hecho,
Mas me fundiré contigo, 
En el núcleo de mi pecho. 

Sombras viles, tras mi espalda,
Se rinden al nimio insulto, 
Puntadas serán sus mofas,
Sobre el manto de tu vulto. 

Pulcros son mis movimientos,
Te ejecuto y te recreo,
Te confieso mis secretos,
(Y quizás también tonteo).

Son prados de tierra yerta,
Las goteras del sentido,
Que le dan vida a las flores
Del jardín de tu sonido.

Te hablaría con silencio,
¿Habrá lengua más hermosa
que la del perdido anhelo
de mis notas perezosas? 

Y el cielo se ruboriza,
Con las nubes que aderezan,
De zarco, carmín, rosado
Las luces que en ti despiertan.

Addah Monoceros.

Sunday 27 September 2015

Presa.

Cambiante. Así es el agua. ¡Igual le da su naturaleza! Salada, dulce... vestida de lagos, ríos, mares. Qué sabré yo. Al fin y al cabo, todo origen comparte una moraleja común, una historia universal celosamente custodiada tras el disfraz de los cuentos. Pues todos comprendemos nuestra propia parábola, una realidad cincelada por embustes y verdades, a partes iguales. Todos somos agua, agua que adopta formas tan variopintas como genuinas. ¿Que no lo veis? Dibujamos un compilado de olas susurrantes que se mecen entre sí, independientes pero integrantes de un solo todo. A menudo, el agua que somos se entrega al fuego que la hace disiparse hasta ser casi invisible. No arde, pero quema. Y es entonces cuando se doblega ante su propio clamor, arrojando al vacío esas lágrimas que la hacen suya, (y, por ende, nuestra). ¿No os recuerda a una petición de rendición? ¿No os suena a rebeldía, a un sordo levantamiento contra las llamas que, si bien no la calcinan, cambian su forma y sentido? Es un círculo vicioso en el que el presente se extingue; su unidad de tiempo es tan ridículamente efímera, que concebirla se me hace imposible. Somos agua en constante evaporación y condensación. Agua que traza riachuelos divertidos que desembocan en voraces mares. Agua que alimenta (pero ahoga). Es el agua de lo perpetuo, el agua de lo infinito, el agua que prueba nuestra eternidad. Quizá debería aceptar, pues, que la muerte es vital, que comprende una brecha de cordura en nuestra carne precaria y caduca, una sonrisa esculpida en identidades aparentemente clónicas que gesticulan y evidencian materiales intangibles. Podría perfilar eximios pedazos de eones, hilvanando las profusas cataratas que alguna noche se entrelazan en el tapiz de mis pestañas; fracciones del todo de nuestro todo, y del todo de dicho todo — así hasta que mi diástole se diluya y sólo quede el tinte acuoso de una tímida gota de lluvia plateada en el océano del tiempo. 
Addah Monoceros.

Saturday 26 September 2015

Carmín.

Son rudos los destellos que despiertan,
Entre el hastío de un gigante ansioso,
Cuyo telón de un blanco perezoso,
Templados algodones aderezan. 

Mas mil fueron las sombras que a mi espalda,
Al grato desafuero se rindieron, 
Enarbolando insultos cual puntadas, 
Sobre el tapiz de lo que antaño fueron.

Me resquebrajo en un alud de huesos,
Pues mi cuerpo de carne no está hecho,
Lo visten los recuerdos más traviesos. 

Y quizá en mi memoria me haga un lecho,
Donde perezca el tinte de tus besos,
Fundiéndose en el núcleo tras mi pecho. 

Addah Monoceros.
©2005.

Sunday 20 September 2015

Palinopsie.

Und jetzt kann ich deutlich sehen,
Dass alles, was ich dann war, 
Imitiert der Traum des Lebens,
(Sterne reich, noch änderbar). 

Daher schnelle Silbertropfen 
malen Narben auf der Haut,
wie die musikalische Herzklopfen 
Schlagen auf meiner Kopfhaut.  

Aber Tod ist nie die Antwort,
-oder so sagte ich mir-
Es ist nur ein feiger Schriftwort, 
Mit löschbare Blut in dir. 

Also ließ der Schmerz dich streicheln,
Weil kämpfen für schwache ist,
Denn wir sollten uns einschmeicheln,
Wunder wie du Engel bist. 
Addah Monoceros.

Thursday 17 September 2015

Austrō.

Yo no soy esa mujer.
Jamás fui una estrella. No despuntaba ni en las luces ni en las sombras, ni mucho menos en mi tiempo. Yo gestaba un mundo propio; mi estación, mi era.
Desmembraba blancos y negros y, a la vez, me impregnaba de un espectro de infinitos entintados con notas musicales. Sí, un flechazo prematuro. Los libros de mi estantería hablan de lapsos herméticos que custodio bajo llave y que gusto de evocar cuando los ordeno. Pues he coqueteado con las artes y las ciencias a partes iguales, un amor libre y ardiente que nunca entendió de nupcias. Y son varios los hombres (y mujeres) que quizá se prendaron de mí, todos adoctrinándome en una belleza excedente y casi caduca, un amor ancestral, «de toda la vida». Mas, sin embargo, he florecido bajo el paraguas refulgente de unos valores que he hecho muy míos a lo largo de esta senda que tatúo con mis huellas tartamudas. No soporto las cadenas, esas que adosan a la presa a un corazón tan vulnerable como feroz. Ni soy esposa, ni me esposo. Y no pasa nada, pues todo pasa. Porque tal vez mi hermosura no brille, ni mi cacumen deslumbre. Me abismo en la vida con una intriga revoltosa y un haz de sentimientos tan desbordante como mis sonrisas (y lágrimas). Paso sin ton ni son, al simbiótico compás de una fuga tan loca de atar como la cuerda (conciencia) que me sosiega. Hablo muchos idiomas, pero no domino el de los convencionalismos. Como todos, he arrostrado tormentos, arañazos y contusiones, acoso y derribo. Y he sido mi más preciado secreto. Me disgusta el primer plano, y a menudo me refugio en bambalinas de ensueño. No comulgo con dependencias emocionales, ni preciso adulación continua. Me embelesan las personas fuertes y no soporto ni los mosqueos tontos, ni los burdos y pueriles intentos de reclamar atención. La vanidad no es lo mío. Ser natural no consiste en fotografiarse continuamente ante el espejo del lavabo, y contentar a todos no hace del individuo alguien más egregio. Mis premios y certificados no me adjetivan, pero sí declaman la travesía que he recorrido, vaticinando un futuro inciertamente esperanzador. Soy transeúnte entre estaciones, un barco que zozobra en el vaivén de su reinado. Me adores o aborrezcas, me recluyo al margen de lo inevitable, sin dejar de componer en mi rostro la media luna que me hace llena. Soy esa mujer que rehuye de los tópicos, esa mujer que no anhela ser florero (¿qué flor querría serlo?). Una mujer impetuosa, determinada, que escruta las más recónditas intuiciones pero sabe conservar ese temple, esa gota de gracia, ese porte aristocrático y casi divino que desdeña las autocompasiones y alimenta su autoestima. Y aunque mi cajón de sastre (¿o desastre?) encierre también dudas, recelos, e incluso temores, mi limbo los archiva en un eje de ordenadas en el que mis pros, mis contras y yo somos una sola aurora. Será que la moraleja más hermosa de la vida es hacer de la agonía un antídoto que renace, cual fénix, de una lumbre antaño fría. Pues, ¿quién quiere pies, teniendo alas para volar alto y lejos? Todo (todos) sois mis experiencias, los surcos que el tiempo irá dibujando en mi piel. Etéreo es el pensamiento de cinzelados rasgos que aderezan mis recuerdos y desatan mi risa. Y, algún día, ebria de mi propio elixir, esa mujer que refleje mi espejo despertará un regusto agridulce y risueño. Y yo asentiré con la cabeza, pues este todo disfrazado de infinidades habrá hecho del boceto de mi vida una luz que resurge en el negro de mis ojos.

Addah Monoceros.

Sunday 13 September 2015

Sínfisis.

Al final del día, el término medio conforma tu único extremo.
Brujuleamos en un vórtice que creemos reposado y calmo, mas el tiempo nos aplaca, arrastrándonos en volandas hacia el ojo de un huracán que colmamos de osadas (y temerarias) conjeturas. Y es ahí cuando lo vemos, cuando la tempestad nos despoja de esa venda aniñada y casi hermética que nos obtura. Es ahí cuando la pericia nos lacera y acaricia, nos intoxica y fortalece. Pues el blanco y el negro se articulan en una simbiosis irisada cuya policromía se adivina perenne, turbia, e indescriptiblemente certera. Clavamos nuestras pupilas (negras) en el núcleo incandescente de esa diana fulgente, dejando que nuestras voraces saetas se entreguen a un tornasolado sinsentido. Rebasan su blanco y se pierden en él, en ese armazón de interrogantes donde el redil de los opuestos se fragmenta, donde no hay cadenas que nos anclen a ambos flancos. Y es que no hay infinidad más etérea que la que otorga la ingravidez de pintar nuestro centro con los colores de quien ansía algo más que dos nichos antagónicos. No hay deleite mayor que el de quien traza su fortuna con la gama de su sindesmosis. 
Addah Monoceros.


Sunday 6 September 2015

Hecate's tears.

Despite the last rites to your pith,
My vigil silvers into white,
For death immures so rad a myth,
Your presence lingers, fresh and bright.

And who am I to stipulate
a tail end to those friends who die?
Only their bodies dissipate,
Evincing angels in the sky. 

Addah Monoceros.
(To my cherished and recently deceased friend M).

Friday 4 September 2015

Neda.

Fa just disset anys (tal com m'informa inequívocament el meu hipocamp), la realitat externa es va fer tangible a través d'una postura egòlatra i succintament covard. Si bé només va durar un segon (tan efímer i fugaç que amb prou feines va constituir una alenada de llum davant els meus ulls), em vaig abandonar a un atzar de ombres i incògnites que encara hui em dia em alimenten i enverinen, a parts iguals. I és que la faceta més solipsista del meu ésser sabia, tan audaç com azarada, que l'única orfandat comprensible per l'ésser humà es gesta quan ens abandonem a nosaltres mateixos. Que tot el que ens envolta — tota percepció patent al nostre pensament — es vesteix d'una incertesa maquillada amb la més cega de les presumpcions. Bevem del calze de la fe i dibuixem una fictícia veritat sobre el llenç del desconeixement. Ens aferrem a les mans que la nostra consciència sembla tendir, ingenus i somiadors, com eterns nens a un imperible llimbs.

El negre de les meues nines mai hauria rasat l'abisme mediterrani que em tornava la mirada en forma d'un interrogant blau. Però, quan vaig apartar tal negror d'aquella cavitat zarca, quan em vaig despullar de tot seny (i demència!), defugint la por a respostes emetitzades per preguntes vanes — la meua pell es va esquerdar, excoriànt-me i llançant-me als braços de les profunditats marines, on la seua sal conformava la panacea contra l'escut de qui nega saber nedar perquè mai s'ha aventurat a fer-ho. Vaig oblidar la ressentiment. L'adrenalina va dissipar entre els seus flames els últims focs de la meua coartació al vol. Vaig desplegar els meus braços (o les meues ales?) avançant com qui ho fa per primera vegada: vacil·lant però decidida, un tímid xipolleig gairebé jocós però que, contràriament als meus auguris, em mantenia a la superfície. I és aquest progrés, les petjades que deixem enrere per submergir-nos en un camí errant i incorpori, el que poc a poc descriu la nostra travessia cap al descobriment, cap a la revelació del jonc de sucre que dorm al nostre ésser. Ni tan sols som capaços de buscar suports, ja que el jo que ens avala es materialitza en el nostre únic fonament. No cal més. I és aquí quan l'enigma es amalgama amb l'anhel de la nostra basta i voraç curiositat. És aquí quan deixem de agenciarnos detonants, ja que comptem en ingredients més que suficients per amarar a un present brau i infinit. És aquí quan existim. És aquí quan podem prendre aire i enlairar-nos.

Addah Monoceros.