Vivir sin sentir sería un sinsentido.

Vivir sin sentir sería un sinsentido.
The flower that blooms last is the most rare and beautiful of all.

Friday 19 August 2016

La violación.

Ya no sabrá soñarlo
se lo robaron a embestidas.
Yergue el cementerio vacío donde anidan los restos
de tinta carmesí vapuleada sobre pergaminos huecos. 

Se lo robó todo a hurtadillas 
arañando capas de satén
que acogían bienes antaño sacros
tesoros blancos con perfumes de azahar,
atosigados en el abrazo de unos labios tan sellados
como la boca que plañía cantares a dentelladas. 

Abanicos de cerezas rinden su culto a los cielos
que se apagan bajo telarañas de lumbre estrellada.
Violetas se desperezan en su espalda clara
bajo un millar de perlas argentinas. 

Alojan sus oídos un enjambre de licores
reptando juguetones por la enredadera
de promesas expirantes que en su lengua se evaporan
sin degustar el néctar de una comunión marchita.

Bajo la tierra empapada arroja raíces de luto,
raíces cuyos dedos hurtan soledades impuestas.   
Bucean en el redil de un crepúsculo infinito
cual boyada de reses conducidos a un emporio de cenizas.

Ya no sabrá soñarlo
a embestidas se lo robaron;
mas su faldita emplumada pintará de color el cielo
y observará que la promesa sigue viva entre las mareas
de nubes, y nácar, y dos mentes que dichosas comulgan.

Despertarán con los besos de pétalos rotos
alboradas coquetas cual náyades aladas.
Volarán, renaciendo en una aurora de juramentos
que jamás antes se habían visto tan enteros.

Addah Monoceros.

Tuesday 2 August 2016

Con P de piano.

Mi sangre es un himno que tiene
ochos gemelos en tuero
tirabuzón de nata y lignito
que se emancipan en cadencias vivas. 

Mi sangre es un himno que tañe
de ensueño el caudal de mis venas
erigiendo en sus entrañas
pies arquitectos de los ecos.

Mi sangre mana como un océano bravío
ahogando en astros el aliento que de notas traza
colmenas amorosas que en la luz se atavían 
jugosas y febriles cual manto sacro y vivo.

¡Son tantos los que escapan zumbando entre mis dedos,
que míos no los clamo, mas pían revoltosos
a la deriva en máscaras de madera fina!
Respiran mis latidos, me nutro de sus cantos.

Su fruto acompasado con regusto a mieles
amargo se recrea en sus cadenas de flores.
Rompiólas el da capo del himno perezoso
que con carbón y nata trenza mi sangre viva. 
Addah Monoceros.

Monday 1 August 2016

Hurto.

Me lo has robado todo, vida maldita, vida marchita. Trenzaste hurtos en mis ventrículos y los asfixiaste en su sangre jugosa, en el férreo sabor de una supervivencia fugaz. Me emponzoñaste poco a poco, Diablo ahíto de saña encarnizada, y ahí estaba yo, frágil y romántica, abiertos mis brazos para acogerte en mis latidos. ¡Qué cara sale la fe! Con qué descaro la arrancaste de entre mis dedos mientras cataratas de sal manaban de la inquieta celosía atezada de mis pestañas. Rasgaste mi piel con ácido y teñiste de escarlata mis promesas laceradas. Destruiste sueño tras sueño a embestidas, y en el llanto ajeno parecías sondear en busca de un argot afirmativo. Pero sólo respondió el silbido del céfiro que en los desiertos canta, y en las entrañas de mi soledad declamé un himno indestructible. Cáncer, cáncer de odio, cáncer que me usurpó después al amor de mi vida, ese que no marchó por su propio pie, sino que fue secuestrado y arrastrado a las profundidades de la nada. Se disipan los deseos y las vendas se calcinan. Desperezan en mis ojos los visos grises de un futuro desvaído. El pasado y el presente trazan sombras abusivas, y me embriagan y enamoran para disiparme con ellas, volátil y etérea como la propia existencia.

Y entonces tomo el pincel. Y abanico de color el ceniciento lienzo hasta que la sangre rezuma vida y mi epicentro reverbera con su luz parpadeante. Brillo. Grito. Lloro y vuelvo a llorar, hasta que todo plañido disfraza notas musicales de risa y esperanza. Y rebrotan las promesas. Rebrotan, como pétalos en flor, fulgurantes y hermosas cual ave fénix. Huelen a candiles perfumados y sueñan, sueñan alto y fuerte. La piel cicatriza y jura caricias almibaradas. Se inclina la cabeza ante la muerte y siembro con mis cenizas la mayor de mis vocaciones, que ahora surge en el desértico paraje con regusto a néctar maduro. Sobre el blanco de mis miedos revolotea una cigüeña. ¿Qué propala? me pregunto, pues veintiuna son las semillas, veintiuna y ni una más. 

Y es en ese instante cuando todo cobra sentido y la apuesta alcanza envergaduras hercúleas. Me lo robaste todo, vida maldita, más en duelo me batiré en tus ocasos, una última batalla, una en la que eterno será el retorno, e inminente la victoria. 

Veintiuna, canta la cigüeña. Veintiuna y ni una más. 


Addah Monoceros.